Los ojos de Steven detectan más luz que antes, lo que le permite moverse con más facilidad. Este británico padece una enfermedad rara hasta ahora incurable, la amaurosis congénita de Leber (LCA, sus siglas en inglés). Pero, gracias a la, en ocasiones muy cuestionada, ingeniería genética ha experimentado una pequeña pero inesperada mejoría. Dos investigaciones, una británica y otra estadounidense, apuestan por esta técnica.
La LCA pertenece al grupo de los trastornos oculares de tipo raro. El trastorno aparece ya en la infancia y se va desarrollando, sin que exista un tratamiento que lo detenga, hasta dar lugar a una ceguera en la edad adulta (aproximadamente a los 30 años).
Las mutaciones en el gen RPE65 tienen mucho que decir en la aparición de esta enfermedad. Este fallo genético es el que provoca que la retina vaya degenerándose y que las células encargadas de captar la luz no sean capaces de cumplir con su papel.
Una copia ‘sana’ del gen
Conscientes de este componente genético, los dos equipos de investigadores decidieron inyectar una copia ‘sana’ del mencionado gen bajo la retina de seis jóvenes pacientes. Como medio de transporte se utilizó un adenovirus asociado y en todos los casos se insertó en el ojo más afectado.
En uno de los trabajos, realizado por expertos de la Universidad de Pensilvania (EEUU), esta técnica logró una “modesta mejoría” en el funcionamiento de la retina de los tres pacientes. Uno de ellos desarrolló una pequeña hernia en la mácula pero, según los autores, ésta no se debió al tratamiento empleado.
El segundo de los trabajos, dirigido, entre otros, por James W. B. Bainbridge, del University College de Londres (Reino Unido), también se basó en tres jóvenes pero, en este caso, la ingeniería genética sólo resultó positiva en un caso.
El caso de Steven
joven antes y después de la operación, se ha convertido en la prueba para demostrar la eficacia esta técnica.
Se trata de Steven Howarth, de 18 años, que ha protagonizado muchas páginas de la prensa británica. Un vídeo, que muestra los movimientos de este
joven antes y después de la operación, se ha convertido en la prueba para demostrar la eficacia esta técnica.
Antes de la intervención, Howarth chocaba de manera constante con los objetos que se encontraba a su paso. Tras la operación, su movimiento es rápido y decidido y consigue sortear todas las barreras.
Tal y como apuntan los autores de este documento, la técnica logró mejorar el funcionamiento y la movilidad visual de Steven. Una suerte que no corrieron los otros dos participantes ya que, al tener más años, su retina estaba más dañada y no notó los beneficios del nuevo gen.
Primeros pasos
No obstante, su autor, Joan W. Miller, de la Escuela Médica de Harvard (EEUU), recalca la necesidad de que se realicen estudios similares con una muestra de participantes y seguimiento mayores.
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